“Después de cincuenta años aún parece que fuera ayer cuando opté por la fotografía como medio de expresión, corría el año 1971, éramos jóvenes y soñadores. Creímos en el proyecto de la Unidad Popular, pensamos que había llegado el momento de poner en práctica la justicia social, donde todos tuviéramos acceso a la educación, la salud, un trabajo bien remunerado y una vivienda digna.
En el plano cultural, donde nadie se restó, estaban representadas todas las tendencias artísticas, y donde me decidí por la imagen. Eran tiempos de urgencia, muchos de nosotros intuíamos que la reacción llegaría en algún momento.
El golpe militar llegó, cercenando todas las libertades públicas, al principio fue indiscriminada y luego se hizo más selectiva.
La primera necesidad fue sobrevivir junto a la familia, descubriendo cómo se llevaban detenido al vecino, los compañeros de trabajo, mientras otros partían al exilio y muchos al cementerio.
Desde septiembre de 1973 se produce un vacío en la expresión fotográfica de Chile, sólo estaban autorizados algunos diarios y revistas para circular, existía la censura y había un organismo encargado de fiscalizar dicha censura, esta era la famosa Dinacos. Luego existían otros organismos encargados de reprimir y castigar a quienes se atrevieran a vulnerar sus normas.
Es en medio de esta situación que el Cardenal Raúl Silva Henríquez crea primero el comité Pro Paz, que una vez disuelto por las presiones de Pinochet, se inaugura días después la Vicaría de la Solidaridad, con el fin de seguir protegiendo los Derechos Humanos.
Junto a esta iniciativa se crea el Boletín Solidaridad que circulaba quincenalmente, donde tuve el honor de ser su primer fotógrafo. El boletín fue considerado el primer medio de comunicación opositor al gobierno, todo lo que estaba prohibido era publicado. También dentro de mis funciones me tocó reproducir las fotografías de los desaparecidos y ejecutados que servían como documentos para acompañar los recursos de amparo.
Después fui nombrado perito en el caso más emblemático de hallazgo de osamentas en las minas de Lonquén, donde fueron hallados 15 cuerpos asesinados en octubre de 1973 y que fueron descubiertos en diciembre de 1978. La noticia fue difundida mundialmente, ya que el régimen siempre negó que hubieran desaparecidos.
Si algo he aprendido del oficio de fotógrafo, es que la imagen es el principal enemigo de los dictadores que han asolado nuestra América morena.
El trabajo visual de la Vicaría de la Solidaridad se incrementó con el aporte de colegas que me reemplazaron después de mi detención. El archivo fotográfico está considerado como Patrimonio de la Humanidad, además se creó el Museo de la Memoria que rescata para las nuevas generaciones lo sucedido en Chile en tiempos del régimen dictatorial.
Muchas veces me han preguntado si me arrepiento de ser fotógrafo por lo que me ha tocado vivir, mi respuesta es y será siempre NO. La razón principal es que para mí la fotografía es poesía visual por su poder de síntesis. En segundo lugar, la fotografía es una fiel amante, que te acompaña en las buenas y en las malas, no es una amante furtiva que te deja en mitad de la noche o se baja del tren antes de terminar el viaje, y tampoco te jubila antes de tiempo. Al fotógrafo sólo lo jubila la muerte”.
Luis Navarro Vega
© Osvaldo Briceño